sábado, 9 de julio de 2011

LA DÉCADA DE LOS INCENDIOS
Con toda propiedad podría decirse que la década del 30 fue la década del fuego; de los incendios... “destacando” aquel  que asoló a la ciudadanía e impactó a todo el país, el año 1936.
            El fatídico fuego se inició en la casa de Carlos Barrientos, aquel vecino que el pueblo identificaba como “Don Carlos Barrientos, de la Luz” para distinguirlo de don Carlos Barrientos, “el profesor”.
            Fue una experiencia muy fuerte, porque casi todas las semanas había alguno. No sé a qué se debía tanto... pero uno escuchaba desde niño que serían intencionales... por los seguros, pero resulta que el negocio era para una sola persona... y en esos tiempos no eran muchos los que aseguraban sus casas, pero sí hubo señales de que podría ser así. Casi todas las semanas había incendios... y por lo general eran los días viernes.
            Sonaban las sirenas y en los niños, una especie de terror se apoderaba de ellos.
            En el incendio grande, llegó un instante en que ya no se corría por salvar cosas sino que por salvar la vida. Era un río de fuego, por lado y lado de las calles. En un momento ardió por ambos lados de calle Latorre y después dobló por Serrano, por el lado Norte y otro poco por el Sur. Los vecinos sacaban sus cosas a la calle... y ya estaba ardiendo las dos hileras de casas.
            Llegó la orden de no sacar más cosas. Los damnificados perdieron prácticamente todo... y los vecinos comenzaron a llevar sus enseres a los patios, todos espaciosos y con grandes arboledas, donde los aterrados pobladores se protegían del fuego. Los más chicos quedaban cuidando los enseres y los mayores tratando de salvar las casas. Ahí se dieron cuenta de que el fuego era incontrolable...
            Por ahí donde estaba la Farmacia de Arturo Antóniz (Serrano con Blanco) se elevó una especie de tizón ardiendo que fue a caer como a doscientos metros, en  calle Blanco, donde estaba la Farmacia de don Luis Espinoza, casi al final... y ahí brotó de inmediato otro foco de fuego.
            Lo último que se vio hacer a los bomberos fue bajar la bomba grande de la Segunda Compañía, “La Chancha”. Eran entre treinta o cuarenta bomberos prendidos de los cabos para que no se les vaya cuesta abajo, ubicándola en el pozo que allí existía... pero sólo fue un saludo a la bandera!
            No había nada que hacer... El fuego siguió por calle Lillo, arrasando con todos los palafitos.
            Al día siguiente, de amanecida aparecieron los bomberos de Ancud, en un gesto de confraternidad que no se olvida, con dos máquinas, que sólo sirvieron para apagar los escombros, tal como también lo hicieron los Caballeros del Fuego de Chonchi, con sus voluntarios y el material para sumar sus esfuerzos por mitigar en parte la indescriptible congoja que embargaba a la ciudadanía castreña.
            Después... y por mucho tiempo se hablaba de  “antes del incendio grande” o “después del incendio grande”, para referirse a determinados sucesos o acontecimientos, como relación de tiempo pasado y su ubicación más precisa en la vida ciudadana y pública de Castro.
            Deben haberse quemado más de trescientas veinte casas. Todo el sector principal y más poblado de Castro...
            Todavía tengo la impresión que esto parecía que hubiera sido como dirigido por una especie de maldad intrínsecamente perversa.
            Después corrió una leyenda de que se había visto al demonio con dos antorchas recorriendo las calles y quemando las casas... Hasta la fecha hay gente que lo comenta. Al día siguiente de la catástrofe, como a las diez de la mañana las planchas de zinc de repente comenzaban a volar como treinta o cuarenta metros y caían... como que de repente adquirían movimiento y hacían eso... y no había viento.
            Era los efectos del intenso calor del ambiente, que seguramente creaban corriente de aire ascendente y descendente con esa intensa temperatura ambiental.
            Un avión, un Paiper de esos antiguos que vendría seguramente de Ancud o de Puerto Montt sobrevolaba como revoloteando sobre la ciudad, observando la magnitud de esta terrible desgracia... que terminó por completo con el típico rostro de la ciudad:
            ¡Se acabaron los palafitos de las gentes principales de Castro!
            ... Y después de la catástrofe de fuego, como que se hubiera prohibido construir en madera...
            Comenzaron ahora a surgir grandes casas de concreto armado: Castro se transformó en una ciudad de concreto.
            El incendio también causó daños a la convivencia. A las personas...
            Se separaron viejas amistades. Unos se fueron a vivir a otros barrios o a otras ciudades.
            Los incendios eran seguidos. En todos los barrios se declaraban incendios. Había una verdadera sicosis al fuego. Eso fue en toda la década del treinta: incendios el año 30, el 34, el 36, el 37, el 38... 

Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"
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3 comentarios:

  1. Medardo Urbina Burgos9 de julio de 2011, 22:49

    El gran incendio del 36, que Mario nos lo recuerda,fue una catástrofe espantosa para la ciudad de Castro. Casi todos los autores chilotes tratan este tema con diversos grados de profundidad. Unos dicen que el incendio empezó en la casa del Sr. Barrientos( como lo señala Mario) y otros aseguran que empezò en la casa del Señor Lagrezze.
    Otra curiosidad es el misterio que corre hasta hoy de boca en boca en Castro: ¿Porqué no se quemò la casa de Don Santiago Gallardo?, si todas las casas restantes se quemaron? El pueblo dice que fue Pacto con el Caleuche y Don Belarmino Sepúlveda , sobrino de Don Santiago Gallardo, dice que fue por un sistema de cañerías que el dueño tenía instalado sobre el techo de la casa, destinmado a evitar el incendio de la misma.

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  2. Medardo Urbina Burgos9 de julio de 2011, 22:56

    El tema del incendio de 1936 y de otros que se sucedieron en la funesta década del 30 en Castro, está extensamente tratado en el Capítulo 2 del libro "EL MUNICIPIO Y LA CIUDAD DE CASTRO. La corporaciòn edilicia en la reconstrucciòn de la ciudad. Entre el incendio de 1936 y el sismo de 1960", del Dr. en Historia, Rodolfo Urbina Burgos. En esta misma obra publicada recientemente por OKELDAN, existen alrededor de 10 fotografías de esas calles, antes y después del siniestro. La mayorìa de ellas captadas por el lente de Don Gilberto Provoste, el fotógrafo del pueblo.

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  3. Medardo Urbina Burgos9 de julio de 2011, 23:05

    También se trata este mismo tema en el Capítulo I del libro en prensa "FRAGMENTOS DE LA COTIDIANEIDAD DE LOS CHILOTES.CASTRO 1940-1949" Aunque con el prisma de los recuerdos personales del autor (Libro en pre-prensa) acompañado como el anterior, de numerosas fotografías. El libro también será editado por OKELDAN (www.editorialokeldan.cl)

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