sábado, 4 de junio de 2011

LOS SACRIFICADOS VIAJES A PUNTA ARENAS
Desde siempre y aún ahora, los chilotes siguen viajando a la Patagonia chileno-argentina en busca de sustento. Grandes comparsas de trabajadores temporeros “hacían las pilchas para participar de la esquila”. Uno de ellos, que trabajó en la Estancia Caleta Josefina narró de sus periódicos ir y venir desde el austro chileno-argentino.

            Desde Castro viajábamos en el Villarrica, el Alfonso, el Puyehue o el Alondra. En cada viaje iban ciento cincuenta o más trabajadores, la mayoría  de ellos aglomerados en las bodegas, juntos a sus pilchas, que las usaban como improvisadas camas. Lo más temido del viaje -dice- era la pasada del famoso Golfo de Penas, que por lo general estaba harto malulo.

            Yo trabajaba cuatro o cinco años seguidos, para nuevamente irme, como muchos otros coterráneos. Por lo menos yo hice ocho o nueve viajes. Casi todos los que trabajaban en las estancias eran chilotes.
         
             En los viajes en barcos también solía pasar aventuras. Una vez en que me venía de Punta Arenas en el barco “Chiloé” pasamos a varar en los canales, donde estuvimos cuarenta y ocho horas sobre una gran roca. Cuando logró zafarse regresamos a Puerto Natales, donde estuvimos ocho días esperando que reparen la  proa del barco, que lo parcharon con cemento. En estos viajes se pasan buenas y malas aventuras.

            Cuando fue el choque, todos creíamos que naufragábamos. Yo no tuve miedo porque el monte estaba muy cerca y en caso de hundimiento, podría alcanzar fácilmente la ribera. Diez días estuvimos ahí.  Sólo se comía lo necesario, lo mínimo para que los víveres no se agoten.

            Algunos de los pasajeros avisaron por telegrama su salida de Punta Arenas... como no aparecían y en esos años habían muy pocas radios en Chiloé, algunas familias, especialmente del campo, pensaba que habían muerto todos...

            ¡Cuando llegamos... bueno, ahí fue la sorpresa!

            En otra ocasión me iba en el “Viña del Mar". También estuvo a punto de naufragar en pleno golfo: lo agarró una ola que lo cubrió totalmente... pero fue apareciendo poco a poco. ¡La ola se llevó todo lo que venía en cubierta: pilchas, bultos, cajas... cuanto había lo barrió!
Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"
Votar esta anotación en Bitácoras.com

1 comentario:

  1. en las estancias natalinas no existe ni el tiempo ni el apuro: recuerdo cuando viví en un pueblito cerca del rio Rubens llanado Renoval(8 casas)solía montar mi yegua y trasladarme al aserradero de Morro Chico de propiedad de LUIS MLADINIC y viajar con viento más de una hora de gélido trote y dos o tres cajetillas de cigarrillos para los anfitriones, llegar a donde los "viejos chilotes" casi siempre a escondidas de Cristian a comer un asado con pan amasado, en esos añós (1986-87)no existía el miedo al abuso internalizado en nuetras inquietudes de género y confiadamente me quedaba una tarde completa escuchando hiastorias de viejos que habian estado en la esquila y rememorando olores y paisajes de la isla...regresaba casi de noche ( a las 17 horas) con huevos, lechugas, zanahorias y tortillas que sabían más ricas por ser parte una aventura y de un convivir con gente sana y además forjadora de riquezas que casi siempre eran mezquinas con el reconocimiento de la jornada en lo económico....Natales fué y sigue siendo territorio chilote no sólo por sus habitantes sino tambien porque ahí está la impronta y la prescencia de hombres con la soledad en la espalda y el rigor del trabajo duro en el alma y la descendencia....

    ResponderEliminar