ACTIVA VIDA SOCIAL
Desde los inicios del siglo y gran parte de las décadas siguientes, hasta antes de la masificación de la radio, primero y la televisión después, existía una actividad vida social, tanto en los pueblos como en los pequeños villorrios del archipiélago. Así nos hablaron, por ejemplo, de “la visita del paseo” que consistía en la llegada del amigo, vecino o compadre. Estos lo hacían gritando: ¡Abra la puerta, compadre!... al mismo tiempo que bailaban sirilla o pericona.
Entonces el dueño de casa tenía que armar la fiesta, con toda clase de comidas, tragos y bailes... Después debía devolverla para así retribuir su hospitalidad, lo que era señal de gran amistad y respeto. El singular acto se prolongaba hasta el alba, momento en que salían no sin dejar de llevarse una bolsa repleta de carne, pan, tortillas, roscas...
Esta era usanza” “una para pasar los tiempos largos de los días y las noches del Chiloé sin radio y menos aún, sin la magia de la televisión.
Otra forma de relacionarse y entretenerse, animando las tertulias nocturnas, especialmente en el campo, la constituían “los tapaos”, que eran vecinos no invitados a alguna celebración, fiesta o convivencia familiar... Estos llegaban al sitio del suceso disfrazados, para no ser reconocidos. Golpeaban a la puerta o tocaban un pitito, para hacerse anunciar.
Entraban y sacaban a bailar a una persona del sexo opuesto, evitando hablar para no ser reconocidos. Esta singular costumbre se realizaba especialmente en los períodos de trillas, donde se ponía una bandera para que así “se sepa” que en dicha vivienda se realizaba la típica faena.
Algunos de “lo tapaos” lograban salir, eludiendo ser descubiertos... y después retornaban como simples amigos o vecinos. -éstos- reconocían haber llegado antes a la convivencia como “tapaos”.
Al día siguiente, cuando se iban, llevaban una bolsa de quintal con carne de chancho, gallina, cordero, sopaipilla y roscas.
Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"
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