domingo, 6 de febrero de 2011

Alumno excepcional...
   Como nunca faltan entre nosotros los “falda afuera”, esto es, los jóvenes despreocupados del futuro, de carácter liviano y a veces levemente irresponsables, tampoco pueden faltar las anécdotas que sus conductas generan, las que suelen transformarse con el paso de los años o por el mucho repetir de boca en boca, en historias irreconocibles aún para sus propios gestores.
   Algo así es lo que suele contarse de aquel muchacho bonachón y bueno para la “talla”, al que su sencillo padre envió a estudiar a Santiago para que obtenga el título de agrónomo y, con toda la carga de la ciencia en sus espaldas, le ayude a llevar por buen camino el pequeño campo familiar . Para el padre, como se comprenderá, era motivo de mucho orgullo satisfacer tal aspiración de su hijo. En los tiempos de los cuales hablamos eran contados con los dedos de la mano los jóvenes que podían continuar estudios superiores en nuestra provincia. Los hijos de los “pudientes” a lo más que podían aspirar era a un título de profesor normalista o de...sacerdote. Y esos títulos, desde luego, eran los más apetecidos por los jóvenes de valer aquellos días.
   Pedro Andrade, el joven de nuestra historia, habiendo fracasado en los exámenes de final de año, y a fin de no entristecer a su padre con la noticia, no encontró nada mejor que comunicar aquella en términos cifrados, esto es, con tal suerte de artilugios que su padre, inocente y sencillo como se les decía a las personas ingenuas en esos tiempos, nunca supo que tuvo que pagar muchos más años por la carrera aquella, que la que exigía el currículo.
  Dicen que cada vez que reprobaba, solía mandar a su padre un telegrama en estos términos:
   - “Querido Padre: Infórmote que comisión examinadora, entusiasmada por calidad de mi examen, decidió repetirlos en marzo. Ruégote solventes nuevos gastos”.
   El padre, por supuesto, orgulloso, consentía y aún se jactaba de ello... ¡Esa era calidad de hijo!...
   Claro que, en otra oportunidad, habiéndose enterado que éste pensaba casarse sin su consentimiento y planeado su futura luna de miel en casa de un hermano, envió a éste un telegrama del mismo o parecido tenor:
   - “Infórmote que Pedro, en estado de demencia y desatino, ha decidido casarse con una tal por cual. Ruégote no admitirlo en casa”.
Del Libro "Anecdotario Insular"
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2 comentarios:

  1. Una lástima, divertían mucho estas anécdotas de pago chico, y realmente debería considerar la posibilidad de publicarlas en un libro. Este tipo de relatos que reconstruye la historia a partir de hechos mínimos tiene tanto o más valor que aquellos que lo hacen desde el punto de vista clásico. En lo personal, me permitió meterme más en el mundo chilote que con todas las otras revistas que tengo sobre Chiloé

    Un abrazo

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  2. Estimado Alfredo Tintachinesco:
    La siguiente entrega será la última o la penúltima de esta "saga" chilota, contenida en el "Anecdotario Insular" que, como es sabido, se trata de un libro inédito y, si se edita, será mi primer libro póstumo.
    Terminada esta serie del anecdotario, comenzarán las emtregas de las narraciones de mi "Cronograma de Castro en el Siglo XX", con relaciones similares a las que ha conocido semanalmente acá.
    Le dejo un abrazo cordial y de hermandad entre nuestros pueblos, tan históricamente unidos por la vida chilota.

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