“No, Señor... es imposible” |
El TERREMOTO DEL AÑO 60 no sólo causó daños. En menor medida, debemos reconocerlo, ayudó también a la recomposición social de muchas familias, aclaró entuertos, obligó a confesar pecados y fechorías a los pícaros, trajo al hogar, de vuelta, a muchos padres de familia que habían “descuidado” a los suyos.
Ejemplo claro de lo que afirmo es lo que sucedió a un joven y distinguido profesional que residía desde hacía un tiempo entre nosotros, esposo de una agraciada maestra.
Ocurre que este joven profesional solía excederse en el trago y, cuando ello sucedía, se transformaba en un verdadero energúmeno. Su formación intelectual de nada le servía. Su buena presencia pasaba desapercibida frente a la violencia de su carácter. Su esposa era la que más sufría por ello, ya que había tenido que limitar su vida social, alternando con sus colegas sólo en las horas de trabajo.
La noche del 21 de mayo de aquel año, con ramadas y bailes en diversos puntos de la ciudad que recordaban la gesta de Iquique, fue la ocasión propicia para que la sed haga presa una vez más de este joven. No recuerda la hora en que regresó al hogar, aunque sí que estaba claro el día. A la hora del sismo, por lo tanto, estaba sumido en un profundo y pesado sueño y no se enteró que afuera el mundo estaba deshaciéndose. Su mujer, aterrorizada por los espasmos de la tierra, a lo único que atinó fue a correr hacia el fondo del patio.
Cuando al fin despertó, miraba incrédulo y afligido a su alrededor. Vio lozas, ollas y enseres por el suelo. Vio las puertas desvencijadas y torcidas. Vio las fotos del matrimonio con los marcos destrozados en medio de la habitación. Se tomó la cabeza a dos manos, derrumbado moralmente. –“Ah, no, se decía una y otra vez, esto no pude haberlo hecho yo, solo...
- “No, Señor... es imposible”..., mientras repasaba los pocos instantes que había estado lúcido aquel día: - “esto no lo hice solo... Tiene que haberme ayudado mi compadre Arturo”...
A partir de esa fecha, hay que decirlo, fueron muy pocas las veces que volvió a embriagarse este hombre. Tenía miedo de reincidir en su violencia.
Del Libro "Anecdotario Insular"
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