sábado, 1 de enero de 2011

Pagaba, pero llegaban cobranzas

  Para los vendedores de joyas y relojes, que visitan, al modo de los antiguos “faltes”, mes a mes los servicios públicos y colegios de la provincia, la “Carmela” fue siempre una de sus mejores clientes, pese a que la primera vez que realizó  una compra pasó casi seis meses sin abonar ni un solo centavo.
   Sus amigos no podíamos explicarnos las cartas de cobranza que comenzaron a llegarle, más aún si veíamos que –religiosamente- todos los meses se dirigía a la Caja de Ahorros a tomar una Letra Bancaria por el monto de la cuota a cancelar.
   Un día de esos, la hicimos sentarse con nosotros y le exigimos que detalle el trámite que mensualmente realizaba:
   - “Hago todo lo que ustedes me dijeron”, explicó. Voy a la Caja, hablo con el señor tanto, deposito el dinero, él llena la letra y me la entrega”...
   - “¿Y después”?...
   - “¿Después?... ¿Qué quieren que haga?... Ahí las tengo, pues. En un cajón de mi cómoda tengo guardadas esas letras”...
   ¡La buena de Carmela!... Por supuesto, la solución de sus problemas le costó una buena “rajada”. Preparó un “patache” que nos duró toda la noche, además de varias rondas de “ñaque” como ella llamaba familiarmente al cognac.
Del Libro "Anecdotario Insular"
Votar esta anotación en Bitácoras.com

1 comentario:

  1. Nuevamente Don Mario nos sumerge en ese pasado que nos es familiar y enternece, porque corresponde a la época dorada de nuestra escuela Superior número Uno de Castro, y la Carmela era nuestra auxiliar. Regordeta y simple, humana, amorosa, sencilla en su trato con los niños. Un día uno de nuestros profesores´ingresó a la sala de clases sin poder contener las carcajadas. Demorò un buen rato en contar la causa. La Carmela solía sentarse a leer el diario en el frontis del colegio, una vez que empezaban las clases y ese día no podía entender qué era lo que estaba leyendo. Formuló su duda a algún profesor:
    --¿En qué idioma raro hicieron el diario hoy dìa?!
    El profesor se dio cuenta que la Carmela estaba leyendo el diario al revés. Y ese era el motivo de su hilaridad.

    ResponderEliminar