domingo, 7 de noviembre de 2010


"¡No hagan olitas...!"
   Uno de los personajes más famosos de nuestra ciudad en la primera mitad del siglo 20 fue, sin duda, don Juan Yayo o Juan Choro como también se le conocía, destacado profesor primario y comerciante, dirigente y fundador de diversas instituciones de bien público, entre ellas, el Orfeón Musical, el Cuerpo de Bomberos o la Brigada de Scouts.
   Don Juan Pérez, que así se llamaba, en su intensa vida ciudadana tuvo la oportunidad de vivir diversas anécdotas, de las que él mismo se reía en oportunidades. Había algunas que detestaba recordar, sin embargo, como la ocurrida en 1935 o 36, con ocasión del gran incendio que arrasó casi dos tercios de las cuatro veces centenaria ciudad del Gamboa.
   En la época aquella, como comprenderán los amables lectores, no existía aún sistema de alcantarillado en la “ciudad”, y cada familia debía batirse por sus propios medios para resolver los problemas que la evacuación de sus aguas servidas y otras materias le causaba. Eran comunes, por lo tanto, los pozos sépticos (o negros), en los patios o en la esquina más oculta de la casa.
   En uno de aquellos nefandos “pozos” fue a caer nuestro “Juan Yayo” en aquella ocasión, cansado por el mucho bregar contra el siniestro, perdida su sagacidad en forma momentánea, y ahí se quedó, con apenas la cabeza y los hombros sobre la misma putrefacta, rogando a gritos a sus colegas bomberos que intentaban asirlo y sacarlo de aquella “piscina”:
   - ¡“No hagan olitas... por favor... no hagan olitas!”...
   Bien comprenderá el lector la razón sobrada de tal súplica. Aún así, aunque Juan Yayo era hombre bonachón y sonriente, mucho le molestaba que alguien se lo recuerde.
                                . . .
   En otra ocasión, con motivo de haber organizado una tocata y paseo campestre en la vecina localidad de Nercón junto a los integrantes del Conjunto Musical que organizara, para celebrar la feliz llegada de algunos instrumentos, montados éstos en briosos y desconocidos corceles conseguidos en forma especial para tan digna fecha, y a fin de impresionar a los sencillos habitantes de ese lugarejo aledaño a la ciudad, ordenó detenerse a sus músicos a la entrada del puente que conduce al poblado:
    -“ Ingresaremos a Nercón a los acordes del “Séptimo de Línea”, les dijo. –“Al Compás...marrr”-
   Una cosa fue ordenar y otra muy diferente el iniciar los músicos su cumplimiento. Poco acostumbrados los caballos al sonido de los instrumentos, sobre todo al redoble de cajas y platillos, armóse allí una fenomenal trifulca: que caracoleos y saltos, que alzarse de manos, que asustados brincos, que pataleos y revolcones, que corcoveos y atropellos...
   Resultado final: cuando al fin se calmó la batahola, todos los músicos yacían despaturrados en el suelo y la tocata hubo de ofrecerse como todas las veces. Desde tierra, marchando lo más virilmente posible los estropeados músicos.
                                 . . .
   El otro apodo por el cual también se le conocía igual le causó más de algún desaguisado a nuestro digno maestro: a un Gobernador recién llegado de la capital, que no conocía aún su nombradía, se le antojó degustar el plato favorito de los castreños de ese entonces: los “choros zapatos”, conocidos con ese nombre por su tamaño descomunal, similar al pie de un hombre adulto. No se sabe si con buena o con mala intención, le señalaron el local de don Juan Pérez, alias “Juan Choro”, para realizar las averiguaciones pertinentes.
   Consultado abruptamente acerca de si poseía choros, por la autoridad, respondió éste con brusquedad y grosería:
   - “¡Sí...fíjate...! Tengo choros hasta para tu madre”...
   Por cierto, después de cumplidas explicaciones, pidió disculpas y ayudó a la nueva autoridad a satisfacer su deseo.
Del Libro "Anecdotario Insular"
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1 comentario:

  1. Gracias querido amigo Mario, porque aún después de 30 años de ido de este mundo, nos sigues alegrando con tus saborsos escritos. Así ...todavía vives entre nosotros. Lo que más me gustò de tus tres anécdotas, fue el pretendido ingreso a Nercón, de la banda musical sobre cabalgaduras. Intento muy furtrado y frustrante para los músicos y además extraño e inexplicable para los sorprendidos caballos. Medardo.

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