sábado, 23 de octubre de 2010

“Chooo....chooo...choo!”...
   Don Benjamín fue, en sus tiempos, un hombre muy poderoso, en Chiloé. En torno a su persona se narran numerosas anécdotas que reflejan, más que cualquier clase de historia, la singular particularidad de los hombres y mujeres que habitan esta brumosa isla. Entre los sucesos que se narran con absoluta seriedad está el hecho de que durante años se le haya conocido como el “Hechorcito”, queriendo significar con ello que don Benjamín era el gran padrillo de nuestras tierras, el semental requerido por hombres y mujeres para actuar de seguro y con éxito en... la procreación y el crecimiento de numerosas familias.
   Todo ello, claro, no como reflejo de “inmoralidad” sino más bien en calidad de hermano mayor de aquellos a quienes natura no aportó las suficientes energías y potencias para ser legítimos padres. Era, como dije, un oficio para el cual era requerido con insistencia en los vastos territorios comprendidos entre Chonchi y Dalcahue, sobre todo en Putemún, en Tey, en Puacura, en Rilán, en Curahue, en Canán, en Rauco y quizás en cuántos otros lugares.
   Normalmente, mientras el “Hechorcito” ejercía con prolijidad su oficio, el esposo esperaba con disimulado nerviosismo, en la pieza del lado. A lo más que se atrevía era a llamar a la puerta cuando entendía que algo más podría estar pasando, ya que el proceso - como cualquier operación—a veces se demoraba más de lo previsto.
   Por cierto, tal compromiso, al hacerse “efectivo”, es decir, al nacer la criatura engendrada con tal método, implicaba un fuerte lazo entre el benefactor y los beneficiados, los que se concretaban en un “padrinazgo” permanente a favor de la criatura. Dicho “padrinazgo” alcanzaba, incluso, hasta la edad adulta, y obligaba al “Hechorcito” a compartir gastos de crianza y educación.
   A don Benjamín aquello no le preocupaba. Dueño de una interesante fortuna, se codeaba con lo más granado de nuestra sociedad.
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   Otro de los muchos “cuentos” que tiene a don Benjamín de protagonista es aquel referido al saludo protocolar que realizó, ya que se sabía importante e ilustre, al recién designado Gobernador Provincial de Chiloé, señor Amaro Pérez de Castro, en la época del cincuenta.
   Don Benjamín, por cierto, desconocía que algunos apellidos portan aún el apéndice que antaño solía signar entre nosotros a los nobles, el “de”. Así es que, cuando con la diestra fuertemente ceñida, la nueva autoridad se autopresentó: - “Mucho gusto... Amaro Pérez de Castro”... - A él, no le quedó más que replicar: - “El gusto es mío, señor. Habla usted con Benjamín Sánchez de Putemún”... - refiriéndose al humilde lugarejo en que lo habían traído al mundo sus padres.
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   También se cuenta de don Benjamín acerca del agasajo que ofreció a la tripulación de alguno de los muchos buques de guerra que, con ocasión del golpe militar de 1973, arribaron a nuestros puertos.
   En aquella ocasión, deseoso de mostrar su apego a la nueva causa, y a fin de impresionar a sus invitados, tras algunos titubeos iniciales para llamar al silencio, ofreció la manifestación con las siguientes palabras:
  - “Señor Almirante,
  - “Señor Contralmirante,
  - “Señores Tenientes y Subtenientes, 
  - “Señores Marinos y Submarinos...”
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   La última: en los tiempos del “Puerto Libre”, don Benjamín, para no ser menos, importó desde Europa un camión y un tractor, a fin de modernizar su actividad empresarial. Le enseñaron a manejar. En una de esas prácticas, se olvidó de los cambios y los frenos y el camión agarró “vuelo” por la empinada cuesta de calle Blanco. Desesperado –dicen- sólo se le escuchaba gritar desde el interior de la cabina:
   - “Chooo....chooo...choo!”..., pues de ese modo sus padres le habían enseñado a detener los bueyes en sus lejanos tiempos.
Del Libro "Anecdotario Insular"
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