sábado, 16 de octubre de 2010

"Estoy ciego... estoy ciego...!
   Don Marciano Muñoz fue, durante muchos años, uno de los personajes más populares y queridos de nuestro pueblo. Débase tal vez ello al hecho de haber administrado con mano blanda el local de la Sociedad de Socorros Mutuos, primero, o el Club Social del Cuerpo de Bomberos, más tarde; en los que solían reunirse los jugadores de cacho, brisca o truco, y en el que se tramaban, además, las campañas políticas, los pataches, las bromas o los desafíos.
   El recinto se llenaba de contertulios noche a noche. A las risas y bromas, a los gritos de una pareja verseando un truco, en los que no faltaban los nombres de las hermanas y “novias” de ciertos jugadores, solía sumarse la discusión de aquellos que ensayaban allí sus discursos para futuras contiendas electorales o ciudadanas. Algunos, cansados del diario trajinar, solían usar el ambiente del salón para relajarse junto a una buena copa de vino, mientras observaban risueños el agitado mundo que los rodeaba. Muchas veces, con más frecuencia de lo debido, solían dormitar largamente, con el rostro apoyado sobre las manos, mientras a su alrededor hervía el mundo. Don Ramón Cárcamo era uno de estos hombres. Don Ramón, respetado servidor público, usaba por ese entonces gruesos lentes ópticos.
   La ocasión, por tanto, estaba dada. Un día tenía que suceder.
   Así fue: un día que don Ramón, como tantas otras veces dejó caer el rostro sobre su mano en señal de vencimiento y derrota, no faltó quien extrajo de su cartera un par de estampillas postales de las que se había provisto de antemano, y con mucho sigilo y delicadeza, las pegó en cada uno de los cristales. Y a continuar el juego, y el bullicio, por supuesto.
   Repentinamente, sin embargo, sonó la alarma de incendio y los parroquianos, la mitad de los cuales ejercía como “caballero del fuego”, salió en desbandada hacia el lugar amagado. Sólo don Ramón, desesperado, tratando de atrapar las paredes quedó abandonado a su suerte, mientras en voz alta gemía, lleno de pavor:
- ¡“estoy ciego... estoy ciego!”...
Del Libro "Anecdotario Insular"
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