sábado, 18 de septiembre de 2010

Escuela "Luis Uribe Díaz"
(Foto Chiloeweb)
El maestro Mino se las daba de Don Juan, para qué vamos a negarlo. Un poco en broma y otro poco en serio, su permanente “objetivo” amoroso había sido durante varios años la “Carmela”, la corpulenta auxiliar de la cual hemos hablado ya en estas páginas.

Lo peor de este enamoramiento estaba, sin embargo, en que no sólo se insinuaba a través de requiebros, flores, pasteles u otros elementos que suelen ayudar al enternecimiento femenino. Más bien, deberíamos decir que eso era lo que justamente faltaba. Todo ello pretendía suplir, sin embargo, nuestro Mino, con un par de agarrones oportunos y exactos a las posaderas de Carmela, un toque como al “desgaire” a los inmensos senos, un recostarse insinuantemente sobre su humanidad en momentos en que los pasillos se hacían más estrechos.

La Carmela, por cierto, esperaba su momento. Creaba las “condiciones”. Se aseguraba de los detalles que enfriarían de golpe y para siempre el ánimo “belicoso” del maestro.

Hasta que la oportunidad se dio:

El moderno edificio en que funcionaba la escuela aquellos días, (década del 50 si mis recuerdos no me engañan), poseía tal vez las únicas duchas de agua caliente relativamente públicas en toda la ciudad, en la que los profesores aprovechaban de asearse con asiduidad, dado que en sus propias casas carecían de aquellos elementos.

Aquel día, Carmela se mantuvo atenta al ingreso del maestro a la ducha. Calculado con exactitud el tiempo para que éste estuviese despojado de sus ropas, con una llave maestra que tenía de antemano preparada, abrió la sala de baño y preparó su ingreso al aposento:

- “Aquí me tienes, gallito”...- dicen que le dijo, mientras con la mirada fija se dirigía hacia el escaso miembro viril del maestro y cogiéndolo de allí, con fiereza, arrastró de él, el cuerpo magro y desnudo de “Mino” y lo llevó por pasillos y salas del colegio, libre a esa hora de la mirada inocente de alumnos, pero no del resto de los maestros.

La anécdota fue, como en todo pueblo chico, muy pronto conocida del resto de la población, la que le celebró con grandes carcajadas.

. . .

En la misma vertiente de mis recuerdos, surge la anécdota acaecida a otro de mis colegas, el que, aprovechando la oportunidad de haber sido invitado a un “patache” en casa de Carmela, cuando ya los ánimos estaban caldeados por el comer y el libar, ante el barullo y la aparente condescendencia de la anfitriona, atrevióse a poner sus manos, en un ir y venir entre angostos pasadizos y trastos de cocina, en la húmeda sabrosura de la Carmela, allá abajo, en aquel lugar sagrado en que se acaba el mundo y comienza el infierno... o el cielo.

Carmela, nada perezosa en sus reacciones, prestamente coge la intrusa mano, dicen, y -sin decir agua va- ahí mismo, en medio de la hendidura en donde la ha cogido, la cubre de olorosos y calientes orines.

El maestro nunca más tuvo el nombre que le asignó su santa madre. Todos lo conocieron, a partir de ese instante, como el “mano bendita”. ¡Era que no!...
Del Libro "Anecdotario Insular"
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3 comentarios:

  1. Espectacular la anécdota, como de costumbre. Gracias maestro

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  2. Estas historias son el condimento del diario vivir , gracias Luias por publicarlo . Christian I. Diaz

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  3. GRAN mujer la Carmela ñaque...pionera en la defensa de las trabajadoras ...hoy dia eso es acoso...gran sentido de humor y ademas sutil manera de ridiculizar tanto "atrevimiento"...custa imaginar tanta insolencia masculina , pero asi eran las diferencias a la hora de abordar un acalorado varon ...ella siempre supo defender su integridad con humos y sabias acciones...

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