domingo, 26 de septiembre de 2010


Pelea entre amigos
Hace algún tiempo, mientras un grupo de amigos nos entreteníamos en “picar” algunos modestos restos de pichanga en un bar de nuestro pueblo, no faltó quien nos hiciera retroceder en el tiempo, al señalar con un tanto de certeza, que todos los allí presentes habíamos estado, alguna vez siquiera, en el “Palace”, recordado salón de Baile de nuestros años mozos, regentado en aquel entonces por doña Susana, nuestra consejera sentimental.
Casi a coro, exclamamos: ¡es cierto!...
Imágenes de aquel pasado de alegría y diversión, de parrandas y juergas interminables, comenzaron a pasar como en un video frente a nuestros ojos. Visiones del Castro íntimo y familiar, en el cual todos nos conocíamos y casi todos éramos amigos. Aquel Castro que acogía con generosa hospitalidad a todos quienes deseaban incorporarse a la provincia.
Fue el “chueco” Arrizaga quien abrió definitivamente aquella caja de imágenes. ¡Cómo no iba a ser él, testigo directo como había sido de gran parte de la vida y existencia de aquella boite, hijo de doña Susana: -“ Recuerdan, gritó, de pronto, la pelea del “Peinetita” con don Evandro?...
¡Claro!... fue la respuesta emitida casi a coro... ¡Quién no se iba a acordar si aquella “pelea” fue todo un espectáculo!... Don Evandro, abogado, ex boxeador aficionado del Club Deportivo de la Universidad de Chile, en aquellos tiempos en que el boxeo chileno vivía sus instantes de gloria, medía casi un metro noventa. “Peinetita”, como ya lo hemos señalado en otra parte, no sobrepasaba el metro cincuenta y cinco. Ambos, buenos radicales, de los de aquella época. Ambos, además, incontenibles y “ñipas” cada vez que se hallaban con “tragos”.
¡Espera!, gritó “Peinetita”, subiéndose de un brinco a la primera mesa que halló disponible. Desde arriba, cual experto bailarín tiraba y tiraba puñetes al aire, como un “remolino”, en tanto su adversario, sorprendido ante el inesperado crecimiento de su contrincante, sólo atinaba a defenderse. Por cierto, la “pelea” fue oportunamente suspendida. No estoy seguro pero, al menos por esa vez, debe haberse fallado un empate.

Del Libro "Anecdotario Insular"
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