Campana |
--“ ¡Cierra la campana y toca la puerta..!.”
Muchos años después, en momentos en que la Maestra “Mina” disfruta de un merecido descanso, acogida oportunamente a jubilación, tenemos la oportunidad de observar al Maestro “Moncho” intentando cumplir en forma laboriosa las mismas tareas que años antes se impusiera doña Baldramina. A él, sin embargo, parece irle mucho mejor en sus esfuerzos... hasta que uno de sus colegas descubre que - tal vez por descuido o porque el dulce sueño lo atacó más de lo acostumbrado esa mañana- calza con zapatos de diferentes colores. A la sonrisa socarrona de sus colegas se suma, casi al instante, el carcajeo general de los alumnos, que sin necesidad de señalárselo, captan con envidiable agudeza la escena. El barullo es infernal y al serio maestro no le queda otra salida que dirigirse cabizbajo y velozmente a su hogar a fin de adecuar su calzado a las exigencias del buen vestir, procurando que en la calle, eso sí, los transeúntes no se percaten del detalle.
... Y a propósito de historias de escuela y alumnos, permítanme retroceder aún más en el tiempo, hasta los días en que oficiaba de Inspector Escolar don Lucio Barría, y, en una de sus tantas visitas a la Escuela “Luis Uribe Díaz”, en aquel tiempo llamada simplemente Escuela Superior de Niños o Escuela No 1, se presenta ante el curso que dirige el maestro, (Maestro con mayúscula), don Enrique Miranda , a quien, después de algunas preguntas de rigor, solicita el Libro de Clases, Registro Escolar también llamado Leccionario, el que descubre con estupor que se encuentra casi vacío de anotaciones en sus páginas. Visiblemente molesto, le otorga un plazo perentorio al maestro para que lo complete.
Agradecido, don Enrique se da de lleno a la tarea. Corría el mes de septiembre y de su ánima se marcharon sin esfuerzo las fiestas patrias próximas y cuanto subterfugio pudiera entorpecer la tarea. Cumplídola que hubo, personalmente entregó aquel libro sacrosanto a su superior jerárquico.
Al día siguiente de la entrega, el Maestro Enrique Miranda recibió un protocolar sobre en cuya parte superior se veía el timbre del Inspector Escolar. Ante la exigencia de sus colegas que deseaban enterarse de lo que allí se había escrito, procedió con todo cuidado a abrir éste y a leer la escueta misiva de su superior. Decía:
-- “Al infrascrito le es muy grato felicitar al profesor señor Enrique Miranda, quien, según el Libro de Clases de su curso, ha laborado no sólo domingos y festivos, sino, además, vacaciones de invierno y de Dieciocho y fiestas de guardar en forma ininterrumpida, situación que esta Inspectoría tendrá presente para las calificaciones pertinentes. El Jefe que suscribe lo insta a hacer lo mismo durante las próximas vacaciones de verano, ya que, por lo que se ve, el señor Enrique Miranda es un profesor excepcional...”
Del Libro "Anecdotario Insular"
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