Olla de fierro con asa. |
Él, por cierto, nos esperaba gentil en la puerta de su casa, desde la cual nos instaba a ingresar:
-“ Adelante, muchachos. Están en su casa. Acomódense, acomódense”... mientras iba y venía en busca del destapador con que hacerle frente a una botella de “San Pedro”, del blanco, como tomamos en Chiloé, o de Sidra, de esa burbujeante. Sidra de manzana que tan bien se prepara en nuestros campos, a punto de explotar por el tiempo de la guarda, amén de algunas golosinas para ir picando mientras en la cocina chisporrotea el horno y el aroma a carne tierna se desparrama y agrede nuestras fosas nasales y el Maestro Enrique, como quien no quiere la cosa, sólo por entretener a sus invitados, hace aparecer el mazo de cartas y desafía a los presentes a jugar un “Truco”, mientras la fiel Carmela pone a su punto la carne y el resto de las viandas...
La hora avanza, sin embargo, demasiado lenta: nuestros estómagos, febrilmente estimulados por los olorosos vapores que fluyen desde la cocina, desesperan de hambre y de angustia. De pronto se oyen desesperadas carreras de la Carmela y su grito:
-- ¡Don Enrique!...
-- ¡Truco!..., le refuta don Enrique, sin atender al desesperante aullido.
-- ¡Don Enrique!...
-- ¡Qué pasa, mujer!... ¿Que se te quemó el asado...?
-- ¡No, don Enrique... el perro... el perro se lo ha llevado...!
Ante tan infausta noticia todos los presentes, como un solo hombre, corren al patio abandonando cartas en mitad del juego. Allí, con una olla colgando del cogote se encuentra, efectivamente, el hasta entonces fiel “Nicotina”, el perro de la casa, quien, asustado con tanto barullo, al verse atacado no sólo por sus amos, sino además- por los invitados de sus amos, saltando el cerco con el perol a la rastra echa a correr calle abajo, ante la alegría y la complacencia de los que pasan por la calle, niños y adultos que se percatan de dicha tragedia, mientras don Enrique, para que no vayan a decir que él tenía algo que ver en este enredo, corre a todo lo que le dan las piernas tras el perro que enrumba hacia la costanera.
De este sabroso episodio surgió posteriormente un extenso y explicativo poema, que corrió como reguero de pólvora en los bares y cantinas del pueblo:
El “Largo Vergara” fue
Invitado cordialmente
A casa de “Pancho Tique”
Un costillar a comer.
Eran casi las cinco
Cuando a casa se encaminaron
Dispuestos a consumir
El rico guiso nombrado.
Un “San Pedro” rubio y bueno
Adquirieron sin demora
Pa’ remojar el "guargüero"
Y llenar la cantimplora.
Como nunca falta un pero
Al llegar a la mansión
Se encontraron con la nueva
Que la olla se fugó...
El caso no es de los chicos
El barullo que se armó
La empleada dijo, llorando,
“Nicotina” lo llevó.
Fue terrible la rabieta
Pancho Tique se “condenó”,
el bueno de “Nicotina”
Jabonado se salvó.
La historia es larga y oscura
La trataré de contar
Por los datos que me han dado
Diré la pura verdad.
El “Cholga” con “Mañuquito”
Fraguaron dicha jugada
Se comerían la carne
De acuerdo con la empleada.
Mandaron a “Nicotina”
A buscar la olla encantada
Y en menos que canta un gallo
La treta ya está parada.
Belarmino y la Mimí
cada uno con su troncha
miraban a Rosalía
como guardaba en la bolsa.
Dicen que lo que sobró
En un cambray lo llevaron
Y hasta don Manuel comió,
Los testigos afirmaron.
“Danielito” mientras tanto,
con empacho y sangre fría
coman, coman, los instaba,
esto no es cocinería.
Don Toribio y doña Fresia
Se volaron por muy poco
Cuando el olor llegó arriba
No quedaba ni un bizcocho.
“Pancho Tique” cual cowboy,
pistola al cinto ceñida,
buscaba al Díaz, al “Cholga”
por los bares y las cantinas.
Y dicen las malas lenguas
Que de tan larga pesquisa
El buscador enojado
Sólo halló vidrios... y risas.
“Pancho Tique” al fin se fue
a dormirla de un tirón
pensando en comprar más carne
pa’ saborearla mejor.
Esta historia se acabó
con enojado anfitrión
Ceño duro, mudo, ciego,
que por meses le duró
Ofreciendo a cada rato
regalar sin condición
Si le piden o le roban
lo que con amor guardó.
Durante muchos años el maestro Enrique echó la culpa de estos versos, muy populares en la ciudad, a su colega “El Cholga Seca”, famoso por su vida disipada y por su constante presencia en bares, cantinas y otros lugares no muy santos. Como la inmensa mayoría de quienes son buenos para hacer bromas a los demás, a él no le gustaban que se las hiciesen. Al parecer, fue cierto que ese día salió a buscarlo revólver en mano. Por suerte para El Cholga Seca, aquel día no se había visto atormentado por la sed por lo que no fue ubicado en los lugares de estadía habitual... Con el tiempo, la furia inicial se fue calmando y fue haciendo crecer el manto del olvido sobre la historia del fallido condumio.
Del Libro "Anecdotario Insular"
HACE COMO DOS MESES VINISTE A COMUNICARTE CONMIGO,PARA DECIRME CON LA MIRADA TRANQUILA Y SERENA DE TU ESTADO DE ANIMO ACTUAL.SE QUE ENTRASTE AUN PLANO DE DIMENSIONALIDAD COSMICA EN QUE TE ENCUENTRAS AHORA,SE QUE TU NUEVA RESIDENCIA TE ES GRATA Y ESTAS BIEN,CON UN GESTO DE ADIOS CON LA MANO DISTE LA VUELTA Y TE ESFUMASTE.ESTO ES POSIBLE POR MEDIO DEL PUENTE ETEREO QUE NOS TENDIO NUESTRO HIJO CESAR LUIS . ESPERO QUE SEA TAN BUEN COMUNICADOR COMO LO FUISTES TU. TE ABRAZA TU FLORY.
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