sábado, 20 de agosto de 2011

LEANDRO "FIURA" Y "PATITA Y MEDIA"

  Contaba un anciano que en sus tiempos de juventud, Leandro “Fiura” tenía fama en Chiloé por ser uno de los más destacados jugadores de LINAO [1]

            -Y agrega- lo conocí como el “cuco” de los niños. Todos le temíamos. Era un hombre de muy mal genio y soez vocabulario. Grande, macizo y de mirada hosca, siempre andaba descalzo y jamás se sacaba su poncho color cade (entre café y amarillo). Pedía limosna y si no le daban, irrumpía en insultos y amenazas. Vivía allá, por Ten-Ten, en las afueras de la ciudad, pero todos los días se le veía por las calles del pueblo.

            No se perdía velorio. En esos años, la muerte de un cristiano era sentida por todo el pueblo, que concurría prácticamente en masa a presentar su pésame. Entre ellos no faltaba el temido Leandro Fiura. Hacía su ingreso a la sala donde se levantaba la “capilla ardiente” y como por arte de magia comenzaba a reinar una especie de temor y respeto por el enigmático personaje.

            El típico cuchichear de los parroquianos, en estos sucesos, se convierte en absoluto silencio a la espera del inicio del rezo. Leandro Fiura se pone de pie; recorre cada asiento con su enigmática mirada y toma posición frente al féretro e inicia el Rosario.


           Cada cierto tiempo recorre con la vista a los asistentes, observando si alguien no responde a sus plegarias. A quién sorprende en silencio, lo increpa soezmente, sea hombre o mujer. Cumplida su misión, pasa a la cocina, donde debía ser bien atendido, ofreciéndosele comida o café con abundante pan, mientras los que se encontraban en la sala del velatorio emitían un suspiro de alivio.

            Entre estos rezadores populares destacaba el “Patita y media" un personaje de características opuestas a las de Leandro Fiura. Patita 'e Loro era servicial, alegre y profundamente respetuoso. Oficiaba también como fletero, mozo o changuero.

            Su apodo se lo ganó por el simple hecho de que él recibía y calzaba cualquier tipo y número de zapatos que se le obsequiara, siempre que pueda ponérselos. Si le quedaba apretado, se le notaba en su dificultoso caminar. Si por el contrario, le quedaba grande, en una especie de enroscamiento de la punta hacia arriba y en un andar balanceado y lento, evitando así que se pudiesen salir.

            De una honradez y un genio excepcionales. Nunca nadie, ni con las más pesadas bromas, logró colerizarlo. A cada talla, a cada engaño o a cada mentira o provocación, él siempre respondía con una espontánea y amplia sonrisa, acompañada de un movimiento de cabeza muy sugestivo y gráfico, todo lo cual parecía encerrar la filosofía de su vida: simple, humilde y profundamente respetuosa. Ajena a todo asomo de violencia física o verbal.

[1]              LINAO: Juego de pelota parecido al rugbi de los ingleses.
                La cancha era de aproximadamente una cuadra: la pelota de zargazo  trenzado esféricamente de unos 15 cmts. de diámetro. Era un juego brusco, desprovisto de prohibiciones contra golpes mal intencionados.

Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"  
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