sábado, 12 de noviembre de 2011

HÍPICA CRIOLLA TUVO SU ÉPOCA DE ORO...
Hasta los años del 50, del 60 y aún del 70, las carreras de caballos eran una actividad casi cotidiana, en el calendario anual de la ciudad.

            Las había de gran aliento y categoría como también las había de corte popular, como lo eran las de manpatos (caballo chilote) que se realizaban como número puesto para las celebraciones del 21 de mayo y del 18 de septiembre.

            Las carreras de ”categoría" se efectuaban por lo general en el sector de La Chacra, donde actualmente se emplaza el corazón de Castro Alto (Av. Galvarino Riveros); las de mampatos, en calle Freire, frente al Instituto Politécnico.

            Cada evento de la hípica mayor preocupaba a la ciudadanía toda. A aquellas llegaban no sólo los aficionados locales sino que también los de los pueblos vecinos e, incluso, de la zona de Llanquihue y Osorno. Eran "muy mentadas" y varones y damas acudían al evento con sus mejores galas.

            Se cruzaban jugosas apuestas en dinero... llegándose incluso a "comprometer" bienes raíces y enseres. Había grandes ganadores como lógicamente congojados perdedores... y muchas cábalas. Muchos  hicieron fortunas o quedaron en la ruina con estos eventos.

            Entre los hípicos locales pueden mencionarse entre otros, a Jovito Barrientos, Eligio Catalán, Francisco  y Alberto Estefó; los Oyarzún, Juan Vera Macías... y Don Bernabé Gómez, un personaje muy asediado por los apostadores ya que se aseguraba que jamás pudo acertar una carrera, por lo que muchos aficionados se aseguraban comprobar a qué corcel apostaba, para hacerlo por la cabalgadura opuesta.

            Las de mampatos tenían ganado, por derecho propio, su inclusión en el programa oficial de las tradicionales fechas del calendario nacional.

            ... Y su desarrollo y alternativa constituían motivo de comentarios, discusiones y más de alguna vez, de incidentes en la algarabía de las tradicionales ramadas o fondas, también ya desaparecidas y que tanto color y calor ponían a los 18 de septiembre y 21  de mayo de cada año.
 
Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"

lunes, 7 de noviembre de 2011

MI OTRO CUMPLEAÑOS...

   Hoy 7 de noviembre es mi otro cumpleaños. El Alzheimer me arrebató la vida, mas, no la memoria. Mi memoria está acá viva, hablando semana a semana. Yo, que nací el 28 de noviembre de 1926, morí el 7 de noviembre de 2003. Por eso estoy en el Cementerio, en las faldas del Cerro Millantúe, en la bóveda signada con el 099A, a la derecha y al fondo de la entrada principal.

He sentido la visita, la mirada y los comentarios de muchos, allá. Ahora soy vecino de los padres de José "Pepe" Bórquez, mi alumno y, hoy, Oftalmólogo; aquel profesional de la salud que se enojaba cuando iba a su consulta y preguntaba por sus honorarios: "Don Mario, me decía, me molesta esa pregunta... Si soy lo que soy, porque usted fue mi formador. Sin usted, no sería doctor. Para usted, jamás habrá costos." Ya ves, amigo, la vida, por esas casualidades nos mantiene próximos.

Como comprenderán, me tocó vivir etapas de muchos cambios en el mundo y en el Archipiélago. Vine al mundo apenas diez años después de la Primera Guerra Mundial, tuve conciencia de la Segunda Guerra Mundial... Si mi casa, ésa que aún se yergue en la esquina de O'Higgins Nº 801, con Gabriela Mistral, la heredé de mis padres; luego de que ellos la adquirieran a un señor Nielsen, un danés (una de las ascendencias de los Sarrat, si no me equivoco) que comenzó a construirla y decidió no venir a habitarla producto de dicha demencial contienda mundial.

Conocí la llegada del radioreceptor, del radio transmisor, de la televisión. Alcancé a ver a mis hijos frente a un computador y hoy -precisamente- me valgo de él para llegar a ustedes semanalmente.

Es cierto, Chiloé ya no es el de antes. Pero todo cambia. Y quizás, sea válido sentenciar que "todo tiempo pasado fue mejor", aunque me base en la nostalgia. Lo que pretendo en estas entregas semanales es, precisamente que ustedes lean, comparen y concluyan. Hay formas de vida que me siguen pareciendo fascinantes, de esos tiempos y, otras formas, actuales, no menos prometedoras, al menos desafiantes, inquietantes. Dependerá de ustedes "el sentido y la razón" de sus derroteros. Los que estamos acá, observantes, tenemos nuestra mirada particular, distante, pero cercana, por los afectos.

Un abrazo desde la eternidad, a mi compañera de vida, Flory y otro, envolvente, inclusivo, para los hijos de mi tierra (incluidos los propios), nuestra tierra.

sábado, 5 de noviembre de 2011

UN ABASTERO SINGULAR

  Allá por los años 30, quién no conoció a Don Antonio Estefó, un abastero singular y un personaje único. Uno de sus hijos recuerda que en una ocasión llegó a su establecimiento un Inspector de la DIRINCO, diciéndole que había recibido varias denuncias, por estar vendiendo sólo 900 gramos en lugar de expender el kilo, como corresponde, por lo que le pasó el parte, previa comprobación del hecho y la respectiva citación para comparecer a la mencionada repartición pública.

            "Mi padre fue a hablar con el Gobernador, quien le enrostró su conducta y le confirmó la denuncia". Don Antonio reaccionó instantáneamente, diciéndole: "Mire señor! yo tuve un monitor (profesor) en la Escuela de Quilquico. Ese monitor fue don Tulio Alvarado el cual me enseñó que el kilo tenía 900 gramos..."

            A tan ingeniosa respuesta la primera autoridad soltó la carcajada... y le dijo: "Mire, nunca había recibido una respuesta tan ingeniosa y llena de picardía... ¡Váyase tranquilo... y siga usando su kilo de novecientos  gramos".

            Otra costumbre que tenía Don Antonio cuando estaba expendiendo su producto, especialmente cuando vendía posta o carnaza, era decirle a sus compradores, golpeando el trozo con un palmazo, "¡¡¡mira, qué pedacito te llevas, ah!!!" repitiendo la expresión en la balanza... "cuando lo estés comiendo, te vas a acordar de mi!..." y, ahí, "le cargaba la balanza".

Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"

sábado, 29 de octubre de 2011

EL INCENDIO GRANDE VISTO DESDE TONG0Y

  Una pobladora de Tongoy, entrevistada para estas crónicas, dice que para el incendio grande, ella pudo observarlo todo con gran claridad, terror y pena.

            "Eso fue terrible... ¡Jesús, Señor! ¡Se podía leer una carta allá en Tongoy con la luminosidad de esas inmensas llamaradas!
            - ¡El calor, acá lo percibíamos!
            - Se escuchaban los estampidos de los tambores de aceite, de bencina, explotando y volando por el aire.
            - Esto sería como a las  once de la noche. Nos dimos cuenta por los toques de las campanas, los estampidos de los tambores de bencina, de aceite, explotando y volando por el aire. Duró toda la noche, y siguió al día siguiente, aunque muchas casas seguían minando (ardiendo levemente) como una semana después de declarado el siniestro.
            - No quedó nada en Calle Blanco.
            - El mar estaba espeso de cosas, escombros... nadie se animaba a andar en botes.
            - Fue un día de temporal... parecía que los mechones de fuego se iban en contra... Decían que había salido el invunche... que un hombre negro vieron salir del mar y que de ahí nació el fuego. De otra forma, enfatiza, no se explica que los mechonazos del fuego avanzaron en contra del viento.
            - ¡Parece que [lo] estoy viendo esas inmensas llamaradas!
            - El fuego saltaba de una casa a otra; de una cuadra a otra... parecía que lo estuvieran haciendo "al fin" (adrede)
            - Yo vine al pueblo como una semana después ¡Qué tristeza grande sentí!
            - ¡No había nada, nada... nada!!
            - ¡Todo asolado, triste, muerto!!!"
Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"

sábado, 22 de octubre de 2011

DON  LELO 
           
  No podría escribirse sobre Castro sin incluir algo sobre don "Lelo" Oberreuter, un ingeniero alemán radicado en Avenida Pedro Montt, un hombre de agudo ingenio y gran sabiduría.

            Según una vecina, cotidianamente él iba a su negocio "para tomarse una caña" (un vaso grande de vino) y para  lo cual mantenía una cuenta mensual, que él mismo anotaba en su libreta, marcando una raya por cada una de las cañas que consumía. Así, él sacaba su cuenta de lo que gastaba mensualmente.

            En sus cotidianas visitas siempre traía sus proverbios y problemas de matemática.

            Fue famoso un problema de álgebra, que le planteó a don Juan Serrat un extraordinario profesor de la asignatura en el Liceo de Niñas y ex-profesor de la Escuela Naval de Valparaíso, que le costó muchísimo resolver. El docente lo difundió después entre sus alumnos como "El Teorema de Don Lelo".

            En cierta oportunidad su hijo le robó un gallo, para venderlo. Don Lelo pensó que había sido su vecino. Tenía una pizarra donde estampaba las novedades, copuchas o sucesos del barrio o de la ciudad. Entonces, en relación a este hecho, anotó: "Me robaron mi gallo"... y con un palo a modo de flecha, señalaba la casa de su vecino.

            Así mismo, si compraba algún producto y después se imponía que en otro almacén estaba a menor precio, sacaba su pizarra y escribía: "Por un kilo de azúcar en 'El viajero' me cobraron 50 centavos. Donde 'El Popular', sólo cuesta 45 ctvos.. o si comprobaba que en lugar de un kilo le habían dado menos anotaba: 'En el negocio de don Checho me dieron 950 gramos por un kilo de porotos'. No compro nunca más en ese negocio".

            Otro de los letreros que puso don Lelo, a propósito del incendio grande, decía: "Por una vieja borracha, Castro se quedó sin facha".

            Don Lelo fue muy estricto con sus hijos, nunca les dio dinero. Un día mandó a Rorro a comprar grasa para motores, pero éste, pícaro también, pasó a rellenar el tiesto con caca: El viejito, pillo, empezó a olerlo... y dijo: "si siguen estos aires, pronto va a llover mierda".
Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"