ANTES Y DESPUÉS DE LOS ARQUITECTOS
Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"
Desde su fundación y hasta poco después del “incendio grande”
los verdaderos “arquitectos” de las viviendas de líneas simples y funcionales
eran empíricos maestros carpinteros chilotes. Grandes casas, con amplias piezas
y un ancho pasillo para sacar con facilidad al hipotético difunto y acoger a
resadores y vecinos que acuden a su velorio o a la celebración de un
matrimonio, un bautizo o “el día” del dueño o dueña de casa. Así lo justifican.
Famosos
carpinteros fueron y son los “verdaderos arquitectos de la ciudad”. A lo menos, fueron de hecho aquéllos que levantaron una de las épocas más brillantes
de su historia, cuyo testimonio se eterniza en las fotografías existentes y en
la conservación de algunas de esas espaciosas y bien construidas viviendas que
adornan su paisaje urbano y recorren el mundo, captadas por los turistas que la
visitan.
Sin embargo
las llamas infernales, que por espacio de más de cuarenta y ocho horas aún
aterraban a la población, devastando con satánica fuerza el rostro de la
ciudad, cuya fachada principal parecía “navegar” en la pleamar, obligó a los
“cirujanos” del martillo, el serrucho y la garlopa, iniciar la reconstrucción
de su desfigurado rostro, procediendo a la “cirugía estética” utilizando,
ahora de preferencia, la espátula y el cemento en lugar de las nobles maderas del
bosque autóctono.
La ciudad de
los imponentes palafitos se convierte de pronto en la capital del concreto
armado, de la mano de constructores afuerinos que vienen a reconstruirla.
Grandes edificios de piedra y cemento imponen su nuevo y frío ropaje... y se
comienza a hablar de “Castro antes y después del incendio grande”.
Apenas
pasadas cuatro décadas, las modernas, macizas y aparentemente inexpugnables
viviendas de piedra y concreto son ahora en gran parte devastadas por la
fuerza telúrica que desata el terremoto del año 1960... y se reinicia un nuevo
ciclo en el que las nobles maderas del bosque chilote vestirán las viviendas
del presente, con un notable incremento del uso de la tejuela y el traslapo
para dibujar, de la mano de los arquitectos, que supieron acertar con un estilo
renovado y a la vez enraizado en el pretérito conjugado por los hábiles
maestros carpinteros chilotes.
Y es así
como hoy Castro muestra un rostro con reminiscencias de su pasado legendario y
la incorporación del modernismo tan propio del presente, en un acierto
futurista que se yergue y extiende hacia los cuatro puntos cardinales de la
meseta que lame el mar y acaricia el río Gamboa, para lavar sus largas patas de
cures, empinarse por los cerros alargando sus zancadas para estrecharse cordialmente
con Nercón, Gamboa, Ten-Ten y Llau-Llao.
Del Libro "Cronogramas de Castro en el Siglo XX"
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